1. Yerran y ofenden a Dios todos los que dicen que
nada vale el Evangelio si no es confirmado por la
Iglesia.
2. He aquí resumido el Evangelio: Nuestro Señor
Cristo Jesús, el verdadero Hijo de Dios, nos ha dado a conocer
la voluntad de su Padre celestial y con su muerte inocente nos
ha redimido y reconciliado con Dios.
3. Por eso es Cristo
el único camino de salvación para todos los hombres que
fueron, son y serán.
4. Cualquiera que busque o indique
otra puerta yerra e incluso es un asesino de las almas y un
ladrón.
5. Por consiguiente, todos cuantos enseñan falsas
doctrinas diciendo que son iguales al Evangelio o que valen
más que éste ignoran lo que es el Evangelio.
6. Porque
Cristo Jesús es el jefe y capitán por Dios prometido a los
hombres y por Dios enviado,
7. para que él fuese la
salvación eterna y la cabeza de todos los creyentes. Estos son
su cuerpo que, sin El, sería un cuerpo muerto, incapaz de
emprender nada.
8. De aquí se colige: Primero: Todos los
que viven en Cristo como cabeza son sus miembros e hijos de
Dios, o sea, la Iglesia o comunión de los santos, la esposa de
Cristo, la «Ecclesia Catholica», es decir, universal.
9.
Segundo: Así como los miembros corporales nada pueden si no
son regidos por la cabeza, tampoco puede nadie nada si está en
el cuerpo de Cristo sin su cabeza, que es Cristo.
10. Si ya
actúan los hombres neciamente cuando sus miembros obran sin
contar con la cabeza y en consecuencia se hieren entre sí y
salen perjudicados, igualmente obran neciamente los miembros
de Cristo si intentan emprender algo sin su cabeza: Cristo. Lo
que hacen es herirse a sí mismos y sobrecargarse con leyes
imprudentes.
11. De aquí procede el que veamos cómo los
preceptos promulgados por gente que llamamos «clérigos»,
referentes a su boato, sus riquezas, su rango, sus títulos y
leyes son la causa de toda necedad; porque no concuerdan con
la cabeza.
12. Por eso obran neciamente, aunque no por
causa de la cabeza (ya se realizan esfuerzos, mediante la
gracia divina, para restablecer el valor de la cabeza), sino
que decimos del obrar necio porque ya no estamos dispuestos a
soportarlo, sino que deseamos escuchar solamente lo que la
cabeza dice.
13. Oyéndola, se aprende a conocer la voluntad
de Dios en forma clara y precisa, y gracias al Espíritu de
Dios el hombre es atraído hacia Dios y transformado en EL.
14. Por esta razón todos los
cristianos deberían poner su máxima atención en que en todo el
mundo sea predicado únicamente el Evangelio.
15. Porque
nuestra salvación consiste en creer en el Evangelio y, por el
contrario, nuestra condenación consiste en la incredulidad. Y
es que el Evangelio contiene claramente toda la verdad.
16.
En el Evangelio y del Evangelio se aprende que las doctrinas y
los preceptos humanos no ayudan en absoluto para
salvación.
17. Cristo es el eterno y único Sumo Sacerdote.
De esto colegimos que quienes se han proclamado «Sumos
Sacerdotes» no solamente se oponen a la gloria y el poder de
Cristo, sino que incluso le desechan.
18. Cristo se
sacrificó a sí mismo una vez y su sacrificio vale eternamente
como actuante y expiatorio y acontecido por los pecados de
todos los creyentes. Esto permite reconocer que la misma misa
no es ningún sacrificio, sino un memorial del sacrificio y, a
la vez, la confirmación de la redención que Cristo ha
realizado en bien nuestro.
19. Cristo es el único Mediador
entre Dios y nosotros.
20. Dios quiere concedernos todas
las cosas en el nombre de Cristo y de esto se deduce que
tampoco necesitamos de otro Mediador en el Más Allá.
21. Si
aquí, en este mundo, oramos los unos por los otros, lo hacemos
confiando en que solamente por Cristo todo nos será
concedido.
22. Cristo es nuestra justicia, y de ello,
colegimos que nuestras obras, siempre que sean buenas, es
decir, realizadas en Cristo, son buenas obras; pero no lo son
si las realizamos por cuenta propia.
23. Cristo dejó a un
lado el provecho y las glorias de este mundo y de ello
deducimos que aquellos que en nombre de Cristo atesoran
riquezas, le perjudican sobremanera; porque le invocan como
pretexto de su avaricia y arbitrariedad.
24. Como ningún
cristiano está obligado a hacer obras no ordenadas por Dios,
puede tomar en cualquier tiempo los alimentos que le plazcan.
Y de esto deducimos que el permiso del gustar del queso y la
mantequilla son un engaño papista.2
25. El cristiano no
depende de fechas o lugares determinados, sino al contrario.
Por consiguiente, quienes señalan fechas y lugares privan al
cristiano de su libertad.
26. Lo que más desagrada a Dios
es la hipocresía. Por lo tanto, todo cuanto el hombre haga
para aparentar ser mejor que los demás es pura hipocresía y
merece ser puesto en entredicho. En esto van incluidos los
hábitos o ropajes, los signos (cruces, etcétera) cosidos a la
vestimenta, la tonsura, etc.
27. Todos los cristianos son
hermanos de Cristo y hermanos entre sí y ninguno debe
considerarse superior a otros delante de Dios. Esto quiere
decir que las Ordenes Religiosas, las sectas y los movimientos
revolucionarios cristianos no tienen razón de ser.
28.
Justo es todo lo que Dios ha permitido y no ha prohibido. Por
consiguiente, el matrimonio es cosa lícita para todos los
hombres.
29. y de aquí colegimos que aquellos que se
denominan «clérigos» pecan si habiendo advertido que Dios no
admite su continencia no la remedian casándose.
30. Quienes
hacen voto de castidad realizan una promesa ingenua o
neciamente. Y por eso los que tales votos hacen obran
alevosamente para con los hombres piadosos.
31. La
excomunión no puede ser dictada por una sola persona, sino por
la Iglesia, es decir, por la comunión de aquellos con quienes
convive el posible excomulgado juntamente con el que vigila, o
sea, el pastor.
32. Solamente puede ser castigado con la
excomunión quien cause escándalo pública y
notoriamente.
33. Si alguien ha acumulado bienes de fortuna
por medios injustos, dichos bienes no deben servir para
beneficio de los templos, los conventos, los frailes o las
monjas, sino que deben ser destinados a personas indigentes, o
sea, necesitadas.
34. El boato que ostentan las
«autoridades eclesiásticas», como suele decirse, no tiene
ningún fundamento en la doctrina de Cristo;
35. pero, por
el contrario, las autoridades civiles y seculares tienen poder
y fundamento en la doctrina y los hechos de Cristo.
36. Ese
poder autoritativo que pretende ejercer la autoridad
eclesiástica le pertenece, en realidad, a las autoridades
seculares, siempre que éstas sean cristianas.
37. Todos los
cristianos sin excepción deben obediencia a la autoridad
secular,
38. mientras ella no ordene cosas que vayan contra
Dios.
39. Por eso, las leyes de la autoridad secular en su
totalidad han de estar en conformidad con la voluntad de Dios,
de modo que protejan al oprimido, aunque éste no levante la
voz.
40. Solamente la autoridad civil tiene el derecho de
condenar a muerte sin provocar la ira de Dios. Pero puede
sentenciar a muerte únicamente a aquellos que pública y
notoriamente escandalicen contra lo que Dios ha
ordenado.
41. Si en forma justa la autoridad civil aconseja
y ayuda, consejo y ayuda de que rendirá cuentas ante Dios,
está también obligada a proporcionar el sustento corporal de
quienes hayan sido por ella juzgados.
42. Mas si, por el
contrario, las autoridades civiles actúan al margen de la
regla de Cristo es la voluntad de Dios que sean
destituidas.
43. Resumiendo: El mejor y más firme gobierno
legislativo es el que rige conforme a la voluntad de Dios,
mientras que el peor y más débil gobierno es el que actúa sólo
conforme a su propio arbitrio.
44. Los verdaderos
adoradores invocan a Dios en espíritu y en verdad sin jactarse
delante de los hombres.
45. Los hipócritas realizan sus
obras para que los hombres las vean; pero ahora ya reciben su
recompensa.
46. Así pues, los cánticos en el templo y el
predicar mucho, pero sin devoción y solamente para ganar
dinero, son cosas hechas buscando la alabanza de los
hombres o por mero afán de lucro.
47. Todo hombre debe
preferir dejarse matar antes que escandalizar al cristiano o
hacerle caer en desgracia.
48. Si alguien por debilidad o
ignorancia se siente escandalizado, no se le debe dejar en su
debilidad o ignorancia, sino que es preciso fortalecerle, a
fin de que no considere pecado lo que no es pecado.
49. El
mayor escándalo que conozco es que se prohíba casarse a los
clérigos y, en cambio, se les permita, si abonan dinero, tener
trato con rameras.
50. Sola y exclusivamente Dios mismo
perdona los pecados por Cristo Jesús, nuestro Señor.
51.
Quien permita a la criatura humana perdonar pecados despoja a
Dios de su gloria para dársela a lo que no es Dios. Esto es en
el fondo pura idolatría.
52. De aquí que la confesión de
los pecados hecha ante un sacerdote o simplemente ante el
prójimo no deba considerarse como perdón de los pecados, sino
como solicitar prudente y buen consejo.
53. Menos la
excomunión, los actos de penitencia impuestos son consecuencia
del juicio u opinión puramente humanos. Dichos actos tampoco
borran los pecados, sino que solamente han de ser impuestos
para que los demás se atemoricen.
54. Cristo ha soportado
todos nuestros dolores y padecimientos. Quien atribuya a los
actos de penitencia lo que sólo es de Cristo yerra y ofende a
Dios.
55. Quien diga que al hombre arrepentido no le es
perdonado este o aquel pecado; quien tal cosa diga no obra en
lugar de Dios ni de Pedro, sino de Satanás.
56. Quien
solamente por dinero perdone ciertos pecados hace causa común
con Simón y Balaam y es un verdadero apóstol del
diablo.
57. La verdadera Sagrada Escritura nada sabe de un
Purgatorio después de la muerte.
58. El juzgar sobre los
muertos le corresponde exclusivamente a Dios.
59. Cuanto
menos Dios nos ha dado a conocer de estas cosas tanto más
hemos de guardarnos de intentar saber algo acerca de
ellas.
60. No considero sea malo el que una persona
atribulada ruegue por los muertos la gracia de Dios. Pero
determinar que se ruegue en determinada fecha y con afán de
lucro no es humano, sino diabólico.
61. La Sagrada
Escritura nada sabe de ese carácter especial que finalmente se
han apropiado los sacerdotes.
62. La Sagrada Escritura
tampoco reconoce otros sacerdotes fuera de aquellos que
predican el Evangelio.
63. Acerca de estos últimos ordena
que se les honre, o sea, que se les proporcione lo necesario
para su sustento.
64. A todos cuantos reconozcan sus
errores no hay que castigarles, sino dejarlos que vivan y
mueran en paz, y por lo que respecta a los ingresos que como
sacerdotes venían disfrutando, mírese esta cuestión con
cristiana caridad.
65. Por lo que atañe a aquellos que no
reconozcan sus errores, ya Dios los juzgará conforme a su
justicia divina. En consecuencia, no deben aplicárseles
castigos corporales, a no ser que se comporten tan
desconsideradamente que no haya modo de tratarlos de otra
forma.
66. Ahora ya han de humillarse todos los jerarcas
eclesiásticos y levantar la cruz de Cristo en lugar de alzar
el arca del dinero. Si así no lo hacen, se hundirán; porque el
hacha ya está puesta junto a las raíces del árbol.
67. Si
alguno desea discutir conmigo acerca de los intereses sobre el
préstamo, el diezmo, los niños sin bautizar o la Confirmación,
me ofrezco gustoso a dar respuesta. Pero que nadie intente
discutir conmigo esgrimiendo argumentos sofísticos o aduciendo
charlatanerías humanas, sino que de antemano reconozca la
Sagrada Escritura por único juez, a fin de que se encuentre la
verdad o se mantenga en pie, si, como espero, ya ha sido
hallada. Amén.
¡Que Dios sea con nosotros!
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